La Bendición de Dios en Nuestras Vidas y la Importancia de la Oración

Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.
— Hechos 9:5-6 Reina-Valera 1960

La Presencia Constante de Dios

Una de las mayores bendiciones que Dios nos concede es su presencia constante en nuestras vidas, independientemente de nuestra búsqueda o devoción hacia Él. Es común que, en los momentos difíciles, cuando la paciencia, la esperanza e incluso la fe parecen desvanecerse, nos preguntemos si nuestras oraciones están siendo escuchadas. Podemos sentir que, a pesar de nuestras súplicas y esfuerzos por vivir como creyentes, los resultados no son visibles en el tiempo que desearíamos. Sin embargo, debemos recordar que Dios siempre está trabajando, aunque no lo comprendamos plenamente.

El apóstol Pablo, antes conocido como Saulo de Tarso, es un ejemplo claro de cómo Dios obra en formas misteriosas y profundas. Saulo, un hombre educado y ferviente en sus creencias, pensaba que estaba sirviendo a Dios con devoción al perseguir a los cristianos. Creía que al hacer daño a otros, estaba agradando a Dios. Pero en su camino hacia Damasco, experimentó un encuentro divino que cambió su vida para siempre. En ese momento, Dios se le reveló y le mostró el verdadero camino de la salvación.

La Necesidad de Orar por Nuestros Seres Queridos

Así como Dios intervino en la vida de Saulo, también puede obrar en la vida de nuestros seres queridos. Muchos de nosotros tenemos familiares y amigos que aún no han entregado su vida a Jesús. Aunque hayamos hablado con ellos y orado fervientemente, debemos perseverar en nuestras oraciones. Es crucial seguir pidiendo a Dios que nos otorgue la gracia necesaria para hablarles del amor de Dios con sabiduría y sensibilidad.

La oración es fundamental para interceder por aquellos que amamos. La realidad del infierno es un tema serio y, si creemos en su existencia, debemos rogar a Dios por la salvación de nuestras familias. A veces, en nuestro afán de compartir el mensaje de salvación, podemos ser demasiado directos o severos, lo que puede alejar a las personas en lugar de acercarlas a Dios. Debemos pedir a Dios que nos conceda un espíritu noble y lleno de gracia para que nuestras palabras sean efectivas y llenas de amor.

La Responsabilidad de los Creyentes

Como creyentes, tenemos la responsabilidad de interceder por los demás. Dios puede usarnos como instrumentos para llevar su mensaje a otros, pero es esencial que lo hagamos con amor y paciencia. Al igual que Saulo de Tarso, muchos de nosotros hemos experimentado la transformación divina en nuestras vidas, y es nuestro deber compartir esa experiencia con aquellos que aún no han conocido a Dios.

No debemos desanimarnos si nuestros esfuerzos no producen resultados inmediatos. Dios trabaja en su propio tiempo y manera, y nosotros debemos confiar en Él, sabiendo que nuestra perseverancia en la oración y el amor hacia los demás no será en vano.

 La Gracia y Sabiduría en Nuestras Palabras

Al concluir nuestra reflexión, es esencial destacar la importancia de pedir a Dios no solo por gracia, sino también por sabiduría en nuestra comunicación con los demás. Muchas veces, aunque tengamos la intención de hacer un comentario gracioso o positivo, nuestras palabras pueden causar el efecto contrario. Esto sucede cuando carecemos de la sensibilidad necesaria para entender cómo nuestras palabras pueden ser recibidas por otros.

Un ejemplo práctico es cuando intentamos hacer una broma, pero en lugar de hacer reír, causamos ofensa o incomodidad. La sabiduría que proviene de Dios nos ayuda a discernir el momento adecuado y la forma correcta de expresar nuestras palabras, especialmente cuando hablamos de temas tan serios como la salvación.

La Necesidad de Hablar con Gracia

Podemos sentir la necesidad de ser directos y claros al hablar sobre el destino eterno de una persona, pero es vital hacerlo con gracia. Decirle a alguien que si continúa en su camino actual terminará en el infierno es un mensaje fuerte, que, si no se comunica con amor y gracia, puede ser rechazado o malinterpretado.

Jesús mismo fue directo en sus palabras, como cuando dijo a los fariseos que eran hijos del diablo porque hacían la voluntad de su padre. Sin embargo, incluso en su franqueza, Jesús siempre tuvo un propósito redentor y buscó que sus palabras condujeran a la verdad y la vida. Nosotros, como seguidores de Cristo, debemos pedirle a Dios que nos dé la misma gracia para que nuestras palabras sean útiles en sus manos y puedan llevar a alguien a la salvación.

 El Gozo de Ver la Salvación en Nuestros Seres Queridos

No hay mayor gozo que ver cómo alguien cercano a nosotros comienza a acercarse a Dios. Es un motivo de alegría cuando un miembro de nuestra familia, un amigo, o un conocido nos dice que ha comenzado a asistir a la iglesia. Esto nos recuerda la importancia de nuestra intercesión y testimonio, ya que Dios puede usar nuestras palabras y oraciones para atraer a otros hacia Él.

Recuerdo una experiencia personal con un hermano muy cercano a mí. Al ver cómo él, después de muchos años, comenzó a asistir a la iglesia, sentí una profunda alegría y gratitud hacia Dios. Es en esos momentos cuando nos damos cuenta de que nuestras oraciones, a pesar de no ver resultados inmediatos, están siendo escuchadas y que Dios está obrando en las vidas de aquellos que amamos.

En nuestra vida cristiana, la perseverancia en la oración y la gracia en nuestras palabras son fundamentales para ser efectivos en la misión que Dios nos ha encomendado. Debemos orar con fervor por nuestros seres queridos, pidiendo a Dios que nos dé la sabiduría y la gracia necesarias para comunicar su amor y verdad de una manera que toque sus corazones.

Que el Señor nos conceda la paciencia y la fe para seguir adelante, sabiendo que, con su ayuda, podemos ser instrumentos de su salvación en la vida de aquellos que aún no le conocen. Y que podamos regocijarnos cuando veamos a nuestros seres queridos acercarse a Dios, sabiendo que nuestras oraciones no han sido en vano.


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