La Urgencia de Vivir en Obediencia y Santidad

El mensaje nos lleva a una profunda reflexión sobre nuestra relación con Dios y cómo nuestras acciones aquí en la Tierra pueden repercutir en nuestra vida espiritual. En esta enseñanza, se habla de la importancia de vivir conforme a la voluntad de Dios, de mantener una actitud de obediencia y reverencia, no solo hacia su presencia, sino también hacia los lugares consagrados a Él.

Uno de los temas principales es la preparación para el día en que compareceremos ante el "Tribunal de Cristo". Aquí, no se trata solo de esperar pasivamente la manifestación divina, sino de vivir activamente de manera que no tengamos que sentirnos avergonzados cuando llegue ese momento. En este sentido, la referencia a 1 Juan 3:2 es crucial: “Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él se manifieste seremos semejantes a él.” La meta es vivir con la confianza de que estamos siendo transformados a su semejanza, no en su divinidad, sino en su santidad y pureza.

Se destaca la importancia de entender que nuestras vidas, aunque mortales, tienen un destino eterno. Se nos recuerda que el plan original de Dios es que volvamos a la pureza y la santidad del diseño inicial con el que fuimos creados, aunque esa imagen fue corrompida por la desobediencia. Es un llamado a abandonar los deseos carnales y las costumbres que nos alejan de lo espiritual.

Un ejemplo de esta desobediencia cotidiana se manifiesta en la falta de respeto a los espacios sagrados, como la casa del Señor. La analogía con un quirófano, donde se requiere pureza y respeto, ilustra cómo deberíamos tratar el santuario, no como un lugar cualquiera, sino con la reverencia que merece. Se menciona también la importancia de la actitud con la que asistimos a estos lugares, comparando la seriedad con la que uno se comporta en una corte legal con cómo deberíamos actuar en la casa de Dios.

El mensaje también profundiza en la idea de que no debemos confundir la gracia divina con una licencia para actuar sin respeto ni santidad. Jesús enseñó que su casa sería llamada “casa de oración”, y que debemos tener cuidado de no convertirla en algo diferente, recordando que nuestras acciones tienen repercusiones en el plano espiritual. No podemos pisotear simbólicamente la sangre del Cordero con nuestra desobediencia, tal como se menciona en el libro de Éxodo cuando la sangre del sacrificio se colocaba en los dinteles, pero no en el suelo, para no ser pisoteada.

La enseñanza también nos invita a reflexionar sobre nuestra preparación para la venida del Señor, que se describe como inminente. Se nos advierte que nuestras obras serán juzgadas y pasarán por fuego, y aunque algunos serán salvos, será "como por fuego", aludiendo a la purificación a través de pruebas difíciles (1 Corintios 3:13-15). Por lo tanto, la urgencia de prepararnos espiritualmente es evidente.

Finalmente, se resalta la importancia de la obediencia a los mandamientos, grandes y pequeños, como el de amar a los demás, ya que quien no ama a su hermano se convierte en homicida, según 1 Juan 3:15. Esta enseñanza recalca que solo los valientes heredarán el reino de Dios, lo que implica un esfuerzo activo para vivir conforme a la voluntad de Dios y no simplemente observar o buscar entrar en el reino. Jesús no abolió la ley, sino que la cumplió y la elevó, añadiendo el mandamiento del amor fraternal.

En conclusión, el mensaje nos invita a una autoevaluación constante para asegurarnos de que estamos viviendo con la reverencia, obediencia y santidad que Dios requiere de nosotros. Nos advierte que el tiempo es corto, y debemos enfocarnos en nuestra santificación para no sentir vergüenza ante la presencia del Señor.

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